Me gusta la expresión que utiliza Rolando Toro (creador de la Biodanza y del Principio Biocéntrico) para denominar nuestra cultura actual: cultura antivida. Y es desde este lugar en que me gustaría empezar a escribir este blog.
Creo que no es necesario que explique de que va esto de la cultura antivida: si nos paramos un poco para sentir nuestra vida, para sentir la vida del otro cercano o no a nosotros, para sentir la naturaleza que nos rodea, y digo sentir, no hacen faltas palabras para comprender que realmente nuestro estilo de vida agoniza……..
Lejos de ser solamente una percepción negativa de nuestro momento en el mundo, este sentimiento sirve para rescatar aquello que todavía sabemos pulsar dentro de nosotros y puede transformarse en la clave que nos conduzca nuevamente al ser integrado con nuestra esencia natural que es amor y placer, en otra palabra, Vida.
La visión del paradigma antropocéntrico, y aquí transcribo literalmente a Cesar Wagner de Lima Gois, “nos ha distanciado de un tema vital, el vínculo que establecemos, en la trayectoria moderna, con uno mismo, con los otros y con la naturaleza y sus consecuencias”.
Es necesario trascender esa visión del mundo y acercarse a nuevos parámetros, que como el paradigma biocéntrico nos lleven a una mayor comprensión y sensibilidad frente a la Vida , la vida que es la de todo lo que pulsa en el Universo, no solo la vida humana.
Urge recuperar “el respecto a la Vida como el centro y punto de partida de todas la disciplinas y comportamientos humanos”, como dijo Rolando Toro en su definición del Principio Biocéntrico.
En el momento en que miramos mas allá de nosotros, encontramos un milagro, el milagro de la vida que vibra en cada partícula del Universo, universo este que, según el principio biocéntrico, existe porque existe la vida y no a la inversa.
Al concebir un universo organizado en función de la Vida , se rescata el valor sagrado que esta posee, se incide en la importancia de la conexión y del respeto del hombre hacia toda voluntad de vida. El hombre deja de ser el centro para ser una de las partes integrantes de ese Todo, deja de estar en una posición de poder para acceder a una posición de coparticipe, deja de querer dirigir la danza, para integrarla y ser él mismo la propia danza.
Un abrazo biocéntrico.
Un abrazo biocéntrico.
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