viernes, 21 de enero de 2011

DANZANDO LA ALEGRIA


Cada clase de Biodanza es una oportunidad de reforzar la idea de que hace falta muy poca cosa  para ser feliz. Cuantas veces he ido a una clase cansada, con pocas ganas, triste, enfadada, desanimada y muchos otros sentires del cansancio rutinario que me van tomando poco a poco y cuando me doy cuenta ya están ahí diciéndome: ¡ hola!
Entonces empieza la magia, de la música, de la danza, de las miradas, de los caminares, del movimiento libre, de las risas y lágrimas también, del estar conmigo misma y darme cuenta de mi sentir y del estar con el otro, de la ronda, del ritmo y de la melodía, del estar aquí y ahora.
Y poco a poco voy notando como los rasgos se suavizan, las tensiones se sueltan, la boca se entreabre liberando la mandíbula donde llevo marcadas todas las cosas que quiero controlar y no soy capaz, la mirada se dulcifica y en el rostro se dibuja una sonrisa larga, radiante. Es el contacto con el ser feliz en ese momento, con esa alegría que todos llevamos dentro.
Soy otra persona cuando salgo, mi perspectiva de la vida ha cambiado y veo luz donde antes quizás veía tinieblas, tengo los mismos problemas que antes, las mismas cosas y el mismo dinero, pero he recuperado la luz interna que ilumina mi camino, que ya parece otro, he recargado las pilas para seguir adelante.

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